Quién no ha gritado a la noche,
a la oscuridad,
desesperada,
sin poder hacer nada.
Quién no ha gritado,
pidiendo ayuda,
haciendo promesas,
llorando
y sin recibir respuesta.
Quién no tuvo que
hacer eso en silencio
con una máscara
y encerrado
en una habitación llena de gente.
Quién ha sido el afortunado
de no sentir nunca
la necesidad de
romper el mundo
sin ser capaz
de dejar de romperse.