Olvidé ponerte nombre,
escribirte en los árboles,
secuestrarte en los rincones,
descubrirte mis escondrijos.
Olvidé guardar en una caja
la libertad de la inocencia
y cerrar el grifo
de la bañera de mis pesadillas.
Olvidé abrir los ojos,
luego de obedecer
y cerrarlos.
Lo olvidé todo.
Dime que alguna vez
lo recordaré y será distinto.
Prométeme que algún día
la vida volverá
a llamar mi nombre.
Y perdonará mis ganas
de escaparte.