No te has dado cuenta.
Se ha terminado.
No te has dado cuenta.
Soñar con los ojos cerrados
es soñar imposibles.
-No los abras pequeña.
Te harás daño.
Pero quiero que los abras
para que encuentres
la verdad.
Deja de soñar,
de pedir.
Ella no va a venir.
No llamará a la puerta
de tu solitario piso
sin avisar y con su
encantadora sonrisa,
sonrisa pícara,
sonrisa mordida,
sonrisa dulce,
sonrisa beso.
Su presencia no cambiará
el vacío
de tus esperanzas
desfalleciendo.
Y si por un momento
creyeras en su existencia,
y si por un momento
sospechas el hallazgo,
que lo habéis logrado,
que la has encontrado,
que te ha encontrado
al fin.
Lo verás todo marchitar,
antes de oler siquiera
el perfume de la eternidad.
Olvídate de soñar.
Despierta pequeña.
No puedes enamorarte
de un espejo
sin enamorarte de
la luz que refleja
cuando yace desnudo
encarándose a ti.
No sueñes
tales sueños.
Estos sueños
dormidos,
sueños que se rompen,
sueños que mueren,
sueños astillados,
cristales rotos,
sueños que se escurren
debajo la piel
y te hacen gritar,
cuchillas desgarrando,
venas hinchadas.
Sangrado interno.
Pequeño unicornio.
No puedo mirar
como dejas
morirte
al soñar
con encontrar
la magia.
La magia
que nació
que brota
que da vida
que alimenta
que sana
que seduce
que salva
que sobrevive
que es y está.
La magia,
el unicornio,
la luz
delante del espejo.
No puedo mirar,
ver como desaparece
otra vez
detrás de la oscuridad.
No puedo dejar
que muera
una vez más.
Y tú…
¿aún esperarás?